domingo, 2 de enero de 2011

Los 12 niveles de la conciencia

El Budismo Mahayana se ha caracterizado por su flexibilidad y su capacidad de interrelacionarse con los valores culturales propios de cada cultura con la que se ha encontrado en su expansión continúa desde sus orígenes hasta nuestros días. Esta capacidad de diálogo y de interfecundación ha sido uno de los factores que han hecho del Budismo Mahayana una fuerza espiritual viva, activa y abierta a los signos de los tiempos.

En Occidente, desde Freud, el estudio de las estructuras emocionales y psicológicas humanas ha pasado a formar parte de nuestro acervo cultural y sus descubrimientos se han convertido en referencias importantes para gran parte de los seres humanos que habitamos en los paises llamados desarrollados. Desde Freud, la psicología occidental ha evolucionado mucho dando lugar a un gran número de escuelas, interpretaciones y puntos de vista.

Actualmente, las psicoterapias forman parte de la vida cultural cotidiana de Occidente. Cada vez son más las consultas, los seminarios, los talleres de estudio y las personas que siguen algún tipo de apoyo emocional y psicológico en forma de psicoterapia.

En mi experiencia como maestro de meditación Zen vengo dirigiendo desde hace quince años unos veinte retiros de meditación Zen al año a lo largo de la geografía española. Cientos de personas han participado en estos retiros a lo largo de estos años. He podido comprobar que existe un gran número de personas con desequilibrios en su estructura emocional y psicológica. Muchas de estas personas han seguido o están siguiendo algún tipo de tratamiento psicoterapéutico. Debido a esto comencé a interesarme por los principios y la manera de operar de los principales sistemas psicoterapéuticos. He dedicado varios años al estudio intenso de estos sistemas Y he conversado o mantenido sesiones de trabajos con importantes psicoterapeutas españoles. Como resultado de este trabajo de investigación he puesto en funcionamiento un seminario de estudio llamado "Psicoterapia y Meditación Zen", que desde hace varios vengo impartiendo en distintas ciudades españolas.

El presente artículo es un resumen de mi experiencia en el campo de la Psicoterapia y de la Meditación Zen.


Psicoterapia y Budismo.

Siento que la Psicoterapia y el Budismo tienen los mismos fines, si bien su campo de acción dentro del espectro de la conciencia humana, y por ende sus herramientas, son distintos.

Más allá de la cínica definición de la psicoterapia hecha por Freud, para quien el fin de la terapia era "pasar del sufrimiento extremo propio del neurótico la miseria normal de la vida cotidiana", hoy día se concibe la psicoterapia como un medio de comprender las causas de las perturbaciones mentales, somáticas, emocionales y energéticas, y como un método, práctico de restablecer el equilibrio perdido o nunca experimentado. A esto debe añadírsele las últimas aportaciones de la psicoterapia transpersonal cuya meta ya no es sólo la de restablecer el equilibrio sino también la de favorecer la evolución y el crecimiento psico-espiritual. En pocas palabras, el fin de la psicoterapia, considerada en sentido global, no es otro que el de contribuir a la paz, al bienestar, a la felicidad de los individuos, mediante una reestructuración de sus mecanismos mentales, corporales y emocionales.

Las herramientas que para ello usa la Psicoterapia vienen dadas por los métodos psicoterapéuticos que a lo largo de los años han desarrollado las distintas escuelas.

También el Budismo surgió en este mundo con el fin de ayudara los seres humanos a comprender las causas de sus sufrimientos y de conducirles a la resolución de los mismos. La decisión del príncipe Gotama de abandonar su familia, su reino y su vida palaciega, vino dada por su confrontación con la enfermedad, la vejez y la muerte. El príncipe Gotama estudió y practicó los distintos sistemas filosóficos y yógicos de la época, pero fue sólo a través de la práctica de la meditación como pudo alcanzar el fin deseado.

La Psicoterapia y el Budismo tienen los mismos fines. La pregunta esencial para ambos podría ser: ¿Cuál o cuáles son las causas de los innumerables sufrimientos corporales, emocionales, mentales y espirituales que experimentamos los seres humanos en el transcurso de nuestra existencia y qué y cómo podríamos hacer para ponerles fin? ¿De dónde surgen estos sufrimientos?

A pesar de que éstas son las preguntas esenciales tanto de la Psicoterapia como del Budismo las respuestas son diferentes, aunque no excluyentes ni necesariamente antagónicas.

Estas respuestas sólo son diferentes por el hecho de que la Psicoterapia se ocupa de campos de la conciencia humanas diferentes de los que se ocupa el Budismo. Siendo sus campos de acción diferentes, sus herramientas también lo son. Esto no ocurre sólo en la relación de la Psicoterapia con el Budismo sino también dentro de la misma Psicoterapia, cuyas distintas escuelas responden también de manera diferentes y operan de manera diferentes, porque se ocupan de diferentes niveles de la conciencia humana.


El espectro de la conciencia.

Hasta hace pocos años era imposible pensar en un acercamiento entre la Psicoterapia y el Budismo, o entre la Psicoterapia y la Espiritualidad en general. En Occidente, la psicología ha luchado mucho por ser reconocida como una ciencia empírica basada en un modelo de pensamiento racionalista. Para muchos psicoterapeutas racionalistas, las necesidades y las experiencias espirituales de sus pacientes no eran más que patologías del carácter, o falsa sublimación de necesidades ordinarias insatisfechas.

Por otro lado, muchos líderes y maestros espirituales tradicionalistas, tanto budistas como de otras religiones, han considerado las prácticas psicoterapeuticas como una aberración o como un acercamiento excesivamente pagano o racional al problema del alma y del sufrimiento humanos. Además se ha dado un conflicto de celo profesional: muchos sacerdotes de distintas religiones han considerado a los psicoterapeutas como unos intrusos en el campo del alma humana, una especie de sacerdotes paganos que recurren a métodos no trascendentales para sanar la mente y el corazón de los seres humanos.

Hoy día, no obstante, tanto en América como en Europa, se asiste a un acercamiento y a una interrelación muy fructífera entre los planteamientos de las diferentes escuelas psicoterapeuticas y las diferentes tradiciones espirituales.

A este acercamiento ha contribuido mucho la obra y el pensamiento de Ken Wilber, uno de los más grandes pensadores occidentales actuales en el estudio de la conciencia, quien ha elaborado una sólida teoría sobre la conciencia humana que incluye tanto los principales descubrimientos de la psicología y de la filosofía occidental como la visión del Budismo sobre el ser humano. Mi trabajo se basa en gran parte en los descubrimientos y en la síntesis de Ken Wilber.

Ante todo debemos hacemos algunas preguntas: ¿Encontramos en el Budismo respuestas claras y concretas y métodos de sanación para todos los diversos tipos de sufrimientos del ser humano? Mi respuesta es no. En el Budismo, por ejemplo, no encontramos enseñanzas ni indicaciones precisas que nos permitan diagnosticar una apendicitis ni el método exacto para proceder a una intervención quirúrgica de extirpación. El Budismo no se ocupa de resolver el sufrimiento provocado por una disfunción corporal.

Y por otra parte, ¿encontramos en las psicoterapias respuestas claras y concretas y métodos de sanación para todos los diversos sufrimientos del ser humano? Está claro que la respuesta es no. Esto debe bastar para hacernos ver que tanto la Psicoterapia como el Budismo (o cualquier otra vía de realización espiritual) operan sobre campos o niveles concretos de la Conciencia humana.

Para poder comprender el campo de acción en el que opera tanto la Psicoterapia como el Budismo, debemos elaborar un mapa amplio de la conciencia humana y percibirla como un espectro, es decir como algo constituido por distintas franjas o niveles. Fundiendo en un solo mapa ampliado las tradiciones orientales y occidentales que se han ocupado del estudio de la conciencia humana podemos disponer de una topografía amplia y rica del espectro de la conciencia, que nos permita tener una perspectiva amplia y descubrir complementariedad allí donde antes sólo veíamos contradicciones.

Este mapa nos permite comprender que los diferentes sufrimientos que experimentamos los seres humanos son generados en distintos niveles de la conciencia y que existen diferentes herramientas apropiadas para sanar sufrimientos diversos surgidos de diversos niveles de la conciencia.


Los distintos niveles de la conciencia.

Cabe definir la historia de la vida humana como un camino que va desde el sueño de la subconsciencia al Despertar de la supraconciencia, pasando por la etapa intermedia de la autoconciencia (o conciencia de yo).

En este camino podemos observar la aparición, el desarrollo y la trascendencia de doce niveles básicos. Estos doce niveles de conciencia van emergiendo cronológicamente en el transcurso de la evolución del individuo, constituyendo cada uno de ellos un estadio determinado en el desarrollo total de su Conciencia. Estos niveles se organizan jerárquicamente desde lo inferior a lo superior. (La cualidad de inferior o superior viene dada por el grado menor o mayor de complejidad y por la amplitud del campo de conciencia de cada nivel. Así por ejemplo., un nivel superior incluye necesariamente a todos los niveles jerárquicamente inferiores y al mismo tiempo los trasciende, es decir, accede a una mayor complejidad y amplitud de campo).

Uno de los rasgos más característicos de los niveles de conciencia es que, una vez que emergen en el desarrollo evolutivo, siguen existiendo en la vida del individuo durante el desarrollo del nivel subsiguiente. Incluso en el caso de que un determinado nivel sea finalmente trascendido, subsumido y subordinado en un nivel superior conserva, sin embargo, una relativa autonomía e independencia funcional.

Estos doce niveles son:

01 Tendencias kármicas.

02. Concepción (padre, madre, circunstancias).

03. Gestación y nacimiento biológico. PRE-PERSONAL, PRE-RACIONAL.

04. Nivel fisico-sensorial.

05. Nivel emocional-sexual.

06. Nivel Mente Representativa.

07. Nivel Mente Operacional (regla-rol). PERSONAL, RACIONAL.

08, Nivel Mente Reflexivo-formal.

09. Nivel Mente Lógico-existencial.

10. Nivel Psíquico.

11. Nivel Sutil. TRANS-PERSONAL, TRANS-RACIONAL.

12. Nivel Causal.


Breve descripción de estos niveles.

Esta descripción de la conciencia humana en doce niveles no pretende ser exhaustiva ni definitiva. Se trata más bien de un mapa de trabajo confeccionado a partir de los descubrimientos de la psicología evolutiva occidental y de las enseñanzas que encontramos tanto en el Budismo como en otras vías de realización espiritual.

Nos resulta fácil comprender la conciencia humana formada por capas distintas que van emergiendo evolutivamente en la vida de un individuo hasta formar una especie de cebolla.

1. Las tendencias kármicas son las corrientes energéticas invisibles que van a condicionar las circunstancias de la concepción, del nacimiento y de las tendencias generales de la vida del individuo.

2. En el momento de la concepción, tiene lugar la materialización de las tendencias kármicas junto con las condiciones kármicas del padre, de la madre y de las circunstancias de la concepción misma. Según el Budismo, el nuevo ser recién concebido no es solo fruto de la herencia genético de los padres, sino también de las tendencias kármicas que en ese momento 'renacen'. Las circunstancias de la concepción es también un factor que condicionará el desarrollo del embrión.

3. La gestación y el nacimiento biológico están condicionados por los dos niveles anteriores y a su vez condiciona a los demás niveles que deberán emerger. Si las condiciones de la gestación y del nacimiento no han sido favorables, las impresiones recibidas por la gestante permanecen en su subconsciente convirtiéndose en causas de trastornos físicos, emocionales y psicológicos.

4. Con el nacimiento biológico tiene lugar la separación del cuerpo físico del recién nacido del cuerpo de la madre. Aún así el bebé no despierta enseguida la conciencia de ser un yo separado. En esta fase, el bebé comienza a desarrollar paulatinamente la conciencia de ser un cuerpo distinto del cuerpo de la madre. Este proceso de separación es sumamente importante y un trastorno en este momento repercute en la vida posterior del individuo.

5. El siguiente paso en el proceso de consolidación de un yo separado es el emocional-sexual. En este nivel, el bebé no sólo se vive a sí mismo como un cuerpo separado sino también como una motivación (volición) separada de la de su madre, El bebé descubre sus propias necesidades emocionales y de placer y las articula alrededor de un yo emocional-sexual.

6. Paulatinamente, alrededor de los tres años, el niño comienza a desarrollar su mente representativa, es decir, su yo comienza a desplazar su centro de identificación de lo corporal y lo emocional y pasa a centrarlo cada vez en su mente representativa. Esta mente, al principio está formada sólo de imágenes, pero poco a poco, estas imágenes van dando paso a los símbolos. El niño entra en el mundo simbólico de la mente y su yo comienza a ser un yo simbólico-mental.

7. En el nivel operacional el niño se percibe a sí mismo como un yo mental interactuando con otros yo mentales. Piaget llamó a este nivel 'operacional' porque permite al niño operar sobre el mundo y sobre su propia mente e interactuar en el ámbito de la cultura mediante la capacidad de asumir y de comprender roles y reglas. Suele emerger alrededor de los siete años y constituye el rito de paso de la primera a la segunda infancia. Aquí comienza la socialización por lo que este es el nivel del yo social.

8. En el nivel reflexivo, la mente no sólo es capaz de realizar una actividad simbólica como pensar o interactuar con otras mentes asumiendo reglas y roles sino que además es capaz de pensar sobre el pensamiento mismo, es decir, comienza a ser capaz de pensar sobre ella misma. Se vuelve reflexiva. Esta capacidad de reflexión vuelve a cada individuo único y singular y contribuye enormemente a la creación de una imagen propia, o ego, distinto y diferenciado de todos los demás egos. Es la culminación del proceso de individuación.

9. El siguiente nivel es llamado 'lógico' porque el individuo desarrolla su capacidad de reflexión hasta el punto de llegar a conocer los patrones o leyes profundas que rigen su pensamiento o su reflexión. Este es el nivel filosófico por excelencia. El individuo se vuelve capaz de conocer el proceso mismo por el que llega a conocer. También se le llama 'existencial' porque en este nivel el individuo torna conciencia de su propia separatividad y de su impermanencia como ser individual, de su transitoriedad y de su mortalidad. Este es el nivel en el que se desenvuelven los grandes filósofos tanto occidentales como orientales. Es el trampolín adecuado para saltar más allá del pensamiento y del ego hacia la trascendencia.

10. En el nivel psíquico el ser comienza a tomar conciencia de sí mismo más allá de la individualidad, más allá del pensamiento racional e incluso más allá de los límites del espacio-tiempo. Este es el primer paso en la trascendencia del ego, de la cultura humana, del nacimiento y de la muerte. La telepatía, la sincronicidad (Jung), la premonición, el conocimiento de vidas pasadas y la capacidad de predecir el futuro son fenómenos típicos de este nivel, propio de los yoguis y de las personas que poseen los llamados 'poderes extrasensoriales'.

11. Más allá de este nivel psíquico y en aquellas personas que acceden a este nivel de evolución de la conciencia, el ser entra en contacto con las energías. sutiles que subyacen al mundo aparente del samsara, o maya. Este es el mundo de los arquetipos celestiales (devas, ángeles, yiddam, bodhisattvas, luz divina, sonidos celestiales, mantras), de las emanaciones más sutiles de la fuente original de la vida. Este es el mundo del cuerpo samboghakaya del Buda.

12. Por último nos encontramos con el nivel causal. Este, más que un nivel más a añadir a los otros, es el nivel en el que el ser retorna a su origen y entra en contacto con la fuente misma de todos los demás niveles, más allá de cualquier forma. Es la realización del dharmakaya y de la esencia de toda manifestación (Principio Absoluto, Vacuidad, Sunyata, Dios sin forma y sin nombre). En el Budismo este sería la realización de la Suprema y Perfecta Sabiduría (anokutara samyaku sambodhi). El nivel propio de un Buda plenamente realizado.

Cada uno de estos niveles sigue un proceso concreto de emergencia y de desarrollo. Y para cada uno de ellos existen condiciones favorable y condiciones desfavorables. En cada uno de ellos pueden darse trastornos de desarrollo que en los casos graves dan lugar a 'patologías'. Estas patologías se manifiestan en forma de dolor o sufrimiento. Cada nivel tiene su propia forma de dolor o de sufrimiento.

Estos doce niveles pueden ser agrupados en tres Reinos: Pre-personal (subconsciente) (del 1 al 5 nivel), Personal (autoconsciente) (del 6 al 9) y Trans-personal (supraconsciente) (del 10 al 12). Cada uno de estos niveles tiene rasgos característicos y dinámicas de desarrollo propias.

La evolución natural de la conciencia va desde el sueño de la subconsciencia al despertar de la autoconciencia, y desde aquí al Despertar de la supraconciencia (o realización de la naturaleza original de la Conciencia). Incluso en los casos en los que esta evolución se desarrolle normalmente, la trascendencia de un nivel inferior que se produce cuando emerge el siguiente nivel superior genera casi siempre un cierto dramatismo, una situación de crisis una experiencia de muerte-renacimiento, generalmente acompañada de un cierto dolor e incertidumbre.

A mi modo de entender, las psicoterapias y las vías de realización espiritual han surgido como herramientas para ayudar a superar las crisis provocadas por las emergencias de los nuevos niveles de conciencia y también como herramientas para sanar las patologías que pueden darse en el desarrollo de cada uno de estos niveles. No obstante, las psicoterapias y las vías de realización espiritual operan sobre distintos niveles de conciencia. Por ejemplo, en el Budismo no encontramos ninguna referencia a cómo superar un desequilibrio surgido de un parto problemático, ni a cómo superar una fijación patológica generada por un desarrollo anormal de la fase edípica. Así como tampoco podemos encontrar en ninguna psicoterapia enseñanzas precisas para acceder normalmente a los niveles psíquicos, sutiles o causales (transpersonales o trascendentales) de la conciencia.

Podríamos decir que las psicoterapias modernas se ocupan de favorecer el desarrollo normal de la conciencia desde el nivel 3 al 9, es decir, ayudan al proceso de individuación (Jung). Tratan de desarrollar el ser humano hasta el nivel máximo de autoconciencia (o conciencia individual, conciencia de yo). En resumen, tratan de generar egos sanos. Y esta contribución es muy importante porque parece incuestionable el hecho de que el paso por la autoconciencia hacia el camino de la supraconciencia es imprescindible. Esto nos lo hace ver el hecho de que ningún bebé puede realizar plenamente su naturaleza de Buda. Es imprescindible que acceda a una conciencia individualizada de adulto maduro (nivel 9) para desde aquí acceder a la supraconciencia (anokutara samyaku sambodhi). Por su parte, las vías de realización espiritual están específicamente diseñadas para favorecer el paso desde el nivel 9 al 10, 11 o 12, es decir, favorecen la trascendencia del ego, de la conciencia individual, de la conciencia de separación.

Ahora bien, surge la pregunta: ¿Es posible trascender el ego sin que previamente este ego haya completado su proceso natural de maduración? ¿Es posible acceder a lo trascendental (transpersonal) cuando el individuo no ha completado plenamente su proceso de llegar a ser persona? ¿Es posible trascender el nivel racional de la mente cuando este mismo nivel no ha completado su proceso de maduración? Mi respuesta, basada en mi experiencia, es que no.

En Occidente, y creo que también en Oriente, existe una gran confusión respecto a esto. Esta confusión tiene su origen en la falta de discriminación entre los niveles pre-personales (subconscientes) y los niveles trans-personales (supraconscientes).

Lo único que tienen en común los niveles pre y trans-personales es que no son personales, es decir, en ellos no hay conciencia de ego, de yo. No obstante, existe una gran diferencia entre ellos: en los pre-personales la conciencia de ego aún no ha surgido (pero debe surgir); en los niveles transpersonales la conciencia de ego ha sido trascendida.

Dicho de otro modo, lo único que tienen en común los niveles pre-racionales (subconscientes) y los trans-racionales (supraconsciente) es que no son racionales. No obstante, existe una gran diferencia entre ellos: en los niveles pre-racionales, la mente racional aún no ha surgido (pero debe surgir), en los niveles trans-racionales, la mente racional ha sido trascendida.

Por mi propia experiencia siento que todos los que nos acercamos a la meditación Zen lo hacemos tratando de aliviar algún tipo de malestar interno. Queremos superar nuestro dolor tratando de alcanzar algún tipo de realización espiritual y por ello practicamos meditación, retiros intensivos, etc. No obstante, he podido comprobar que la práctica de la meditación no es la medicina apropiada para todas las personas.

La meditación Zen es una práctica espiritual, una herramienta de un poder y de un valor incalculable para trascender el ego y la mente racional, para acceder directamente al nivel causal (a la naturaleza básica de la conciencia). No obstante, esta herramienta es desaconsejable para aquellas personas que sufren por un problema de falta de maduración del ego, de la personalidad. De la misma manera que una enfermedad corporal impide una práctica correcta de la meditación Zen, también una patología emocional o una disgregación psicológica son un obstáculo seno y sería irresponsable difundir la idea de que la práctica de la meditación es un elixir que cura todo tipo de sufrimiento.

La enseñanza de anatman (muga, en japonés: no yo) debe ser exactamente entendida en el marco de la psicología evolutiva. En esto, la experiencia de Occidente tiene mucho que decir. En las comunidades espirituales occidentales encontramos muchos psicóticos e incluso esquizofrénicos que confunden la doctrina de anatman con su propia conciencia disgregada.

Conozco a una mujer muy cercana a mí que hace unos años fue ordenada monja Zen Soto en Europa. En el transcurso de una sesshin, debido a la presión emocional y psicológica que se genera en una sesshin, sus propias tendencias psicóticas se manifestaron con fuerza y sufrió una crísis aguda. Debido a mi amistad con ella fui a visitarla al hospital psiquiátrico en el que tuvo que ser internada. Había perdido la conciencia de sí, no recordaba su pasado, ni su personalidad, no sabía quién era. Pude sacarla del hospital y ponerla en manos de un amigo psicoterapeuta de prestigio, así como someterla a tratamiento de acupuntura. Al cabo de un mes había recuperado su estado ordinario de conciencia. Yo le aconsejé que durante un tiempo prudencial se olvidara de la práctica de zazen y se sometiera a un tratamiento prolongado de psicoterapia, con el fin de poder llegar hasta la raíz de sus rasgos psicóticos y sanar esa herida. Ella se negó. Al sentirse fuerte de nuevo reemprendió una práctica diaria de zazen, siguió acudiendo a sesshin multitudinarias en las que su maestro espiritual no practicaba un seguimiento cercano del estado mental de sus discípulos y, al cabo de unos meses, tuvo de nuevo otra crisis psicótica, más fuerte aún que la anterior. Desde entonces, sus crisis se alternan con una práctica de meditación zen que a mi modo de entender es altamente destructiva.

Este ejemplo es un caso extremo, pero he podido comprobar como existen muchísimos otros que, sin llegar a tal extremo, siguen la misma dinámica: tratar de usar el método de la meditación zen para resolver problemas que no pueden ser resueltos (más bien se ven agravados) por la meditación Zen.

El maestro Dogen escribió en el Shobogenzo Bendowa:

«Estudiar el Zen significa estudiarse a sí mismo.
Estudiarse a sí mismo significa olvidarse a sí mismo.
Olvidarse a sí mismo significa hacerse uno con todas las existencias del Universo."

Este Sí Mismo es espíritu, mente, emoción y cuerpo. En esencia, vacuidad. Pero es imposible acceder a la plena realización de la vacuidad si antes no nos hemos realizado en tanto que cuerpo, emoción, mente y espíritu. No podemos olvidarnos a nosotros mismos si antes no nos hemos reconocido. No podemos abandonar el ego si antes no hemos desarrollado un ego maduro. Siento que es imposible realizar plenamente nuestra naturaleza de Buda, si antes no nos hemos realizado como seres humanos en nuestros niveles corporal, emocional y mental. Nuestra práctica espiritual no puede ser seguida como negación o falsa sublimación de nuestros desequilibrios personales. No podemos usar el perfume del incienso espiritual para ocultar el olor y el dolor de nuestras heridas emocionales.

En cierta ocasión, Nasrudin, un sabio loco mítico de la tradición sufi, se encontraba a cuatro patas sobre el suelo, de noche, cerca de una farola callejera. Parecía estar buscando algo. Vino a pasar por allí un amigo suyo y al verle de este modo le preguntó que le ocurría. Nasrudin le dijo que había perdido la llave de su casa y que la estaba buscando. Su amigo se pudo a buscar la llave con él. Al cabo de dos horas de búsqueda bajo la farola, el amigo le preguntó dónde había dejado caer exactamente la llave. Nasrudin respondió: "¡Oh, la perdí en un callejón oscuro a tres manzanas de aquí!" El amigo, extrañado, le preguntó entonces porqué la estaba buscando tan lejos de donde la había perdido. Nasrudin respondió. " ¡Aquí hay más luz!"

A veces nos sucede igual que a Nasrudín: no buscamos las raíces de nuestros sufrimientos allí donde han sido generados, y de esta forma no encontramos una buena manera de resolverlos.


La necesidad de comunicación.

Siento que es importante que los líderes religiosos y los psicoterapeutas mantengamos una buena comunicación y un diálogo fluido. Necesitamos traducir nuestros puntos de vistas a un lenguaje común que nos permita entendernos y colaborar juntos en pos de una vida humana digna y libre de muchos sufrimientos. Juntos podemos comprender más y mejor que separados. La competición y la arrogancia intelectual deben dar paso a una colaboración multidisciplinar que nos permita comprender amplia y profundamente las raíces del sufrimiento humano y nos ayude a perfeccionar las herramientas que ya tenemos para resolverlos.

Un ejemplo lo tenemos en la construcción de una casa. La colaboración y el trabajo sincronizado de muchos especialistas nos permite construir una hermosa casa. Tenemos los albañiles se ocupan de la cimentación y de la estructura básica, los carpinteros hacen su trabajo, así como los fontaneros, los electricistas, los especialistas en calefacción o en instalación de energía solar, etc. Todo ello es diseñado y supervisado por el arquitecto, etc.

Los psicoterapeutas deben revisar sus prejuicios racionalistas y aceptar la dimensión espiritual de la vida humana. Deben orientar a sus pacientes hacia esta dimensión espiritual y de ninguna manera patologizarla. Porque la evolución humana no acaba en un ego bien estructurado ni en un individuo bien integrado en su sistema social, sino que se abre imprescindiblemente hacia la trascendencia.

Por otra parte, los líderes religiosos debemos desarrollar una vida espiritual sana y realmente trascendente. Tenemos que aprender a distinguir las causas del sufrimiento de las personas que acuden a nosotros buscando auxilio espiritual y tener la humildad de reconocer los límites de nuestros conocimientos y de nuestras capacidades. Si por ejemplo acude alguien a nosotros buscando alivio para su dolor de muelas, no se nos ocurre decirle que practicando meditación o recitando el Sutra del Loto su dolor va a desaparecer. Más bien, le decimos que acuda a un dentista y, una vez sanada su dolencia, entonces podemos aconsejarle practicar meditación o recitar algún texto sagrado.

Con el dolor emocional y psicológico ocurre lo mismo. Por supuesto que las palabras compasivas de un sacerdote son siempre benefactoras y actúan positivamente sobre el alma de las personas, pero en muchos casos no basta con palabras compasivas: es necesario utilizar una herramienta exacta que permita la comprensión y la solución de un dolor concreto.

Siento que, más allá de la división del planeta en Occidente y Oriente, debemos utilizar los conocimientos y las experiencias tanto de Oriente como de Occidente para hacer que esta tierra y esta vida en la que vivimos aquí y ahora sea cada vez más realmente la Tierra Pura del Buda.

Siento que las psicoterapias y las vías espirituales deben trabajar juntas en la consecución de esta Tierra Pura.

Texto de Dokusho Villalba Roshi -> www.luzserena.net